Guía esencial sobre el consumo ético y medioambiental

Guía esencial sobre el consumo ético y medioambiental

En el mundo en que vivimos, todo se basa en el consumo. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, estamos consumiendo. Miramos nuestros teléfonos, desayunamos y conducimos al trabajo. Hacemos la compra en el supermercado, ponemos gasolina a nuestros vehículos y volvemos a casa. Cuando llegamos a casa, vemos la televisión y cenamos.

Del mismo modo, los consumidores tienen el poder de hacer o deshacer una empresa. A través de las decisiones que toman a diario, influyen en la demanda de un producto y, por tanto, en todo el proceso de producción.

Los consumidores también pueden influir en las empresas para que fabriquen mejores productos exigiendo bienes y servicios de mayor calidad.

¿Qué se entiende por consumidor responsable?

Principalmente es cualquier persona que se dedica a analizar si los productos que adquiere cumplen con las normas establecidas por el gobierno o las empresas, se fabrican de forma ética y no dañan el medio ambiente.

Por ejemplo, es importante leer las etiquetas y entender qué ingredientes se utilizan en los productos alimenticios. De este modo, podemos evitar comprar alimentos que utilicen organismos modificados genéticamente (OMG) o que estén hechos con ingredientes artificiales que puedan ser perjudiciales para la salud.

El término "consumidor responsable" es fundamental en una época en la que hay muchos productos que no cumplen los requisitos mínimos de calidad legal y tienen consecuencias perjudiciales tanto para la salud de los consumidores como para su medio ambiente.

¿Cómo ser un consumidor responsable?

Para ser un consumidor responsable hay que aprender a analizar varios aspectos del producto que se quiera comprar.

Hay que prestar atención a la cantidad de ingredientes que hay en un producto. Si este tiene más de cinco ingredientes, es aconsejable leerlos detenidamente y asegurarnos que no son tóxicos, cancerígenos o mutagénicos.

Si es posible, evite los alimentos con conservantes, como el D-Sorbitol (E420), el ácido cítrico (E330), el glutamato monosódico (E621), el sorbato de potasio (E202) y el nitrito de sodio (E250).

También debe evitar los productos que contengan colorantes o edulcorantes artificiales como el aspartame, la sacarina y el sorbitol.

Evite los productos que contengan grasas hidrogenadas, las cuales diversos estudios han demostrado que a la larga pueden ocasionar daños a nivel cardiaco.

Básicamente para ser un consumidor responsable, hay que entender qué sustancias químicas son peligrosas y evitar los productos que las contienen.

La sustentabilidad es otro punto importante

También debe considerar si su compra apoya a las empresas que tienen buenas prácticas laborales y se preocupan por la sostenibilidad.

Ser un consumidor responsable no es sólo algo bueno, también es bueno para el bolsillo. Cuando compramos algo, no sólo estamos cambiando dinero por el producto. También estamos aceptando la responsabilidad que conlleva su compra.

Por ejemplo, cuando compramos una bolsa de café, aceptamos el hecho de que los granos de café pueden haber sido cosechados por trabajadores a los que no se les pagó justamente o que los animales pueden haber sido dañados para traernos nuestra taza de café matutina.

Lo mismo ocurre con la ropa, la electrónica y todo lo demás. Como consumidores, somos responsables de cómo se fabrican esos productos y de cómo afectan a las personas y al medio ambiente que nos rodea.

Cuando compramos algo que no necesitamos o queremos, estamos gastando dinero de forma innecesaria e impulsiva. Es importante ser un consumidor inteligente y asegurarse de que se compran cosas por las razones correctas.

El consumo mueve las ruedas de la economía

Aunque no lo notes, el mundo gira en torno al consumo. ¿Qué significa eso? Los productos que se fabrican necesitan ser comprados por la gente para mantenerse en el negocio y pagar los salarios.

Cuantos más productos se vendan, mejor para las ventas y los beneficios de las empresas.

Por lo tanto, no solamente tenemos el dinero y el poder sobre las empresas productoras de bienes y servicios, también tenemos el poder de tomar decisiones éticas cada día sobre lo que compramos y lo que apoyamos.